El hombre sonriente by Henning Mankell

El hombre sonriente by Henning Mankell

autor:Henning Mankell [Mankell, Henning]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1994-01-01T05:00:00+00:00


10

Wallander recordaría la semana siguiente como un periodo en que tanto él como sus colegas emplearon el tiempo en construir barricadas invisibles en torno a aquella investigación tan intrincada. Fue como si, en muy poco tiempo y bajo una presión extrema, hubiesen estado preparando un complejo ataque bélico. La idea no era del todo absurda, puesto que habían designado como su enemigo a Alfred Harderberg, un hombre que no solo era un monumento viviente, sino que además actuaba como un señor en sus dominios, en sentido clásico, antes de haber cumplido los cincuenta.

Todo comenzó la misma noche del viernes, cuando Ann-Britt Höglund le reveló lo que había descubierto acerca del contacto inglés Robert Maxwell y su papel como testaferro en la compra de acciones y el descubrimiento de que el dueño de la compañía Smeden no era otro sino el mismo hombre del castillo de Farnholm que, en consecuencia, había pasado del más absoluto anonimato a, de improviso, convertirse en protagonista del crimen. También algo después, Wallander pensaría, con cierto remordimiento, en el hecho de que él debería haber sospechado de Alfred Harderberg mucho antes, sin ser nunca capaz de explicarse por qué no lo había hecho. En efecto, cualquier respuesta que lograba darse a sí mismo en este sentido le resultaba insuficiente y se le antojaba una excusa de la razón por la que él, con cierto grado de apatía y negligencia, le había concedido a Alfred Harderberg, en la fase inicial de la investigación, una inmunidad inmerecida; como si el castillo de Farnholm hubiese sido, pese a todo, un territorio extranjero donde aplicar las convenciones diplomáticas.

En cualquier caso, aquella semana supuso un cambio radical a este respecto. Cierto que se habían visto obligados a avanzar con gran cautela, no solo por satisfacer los deseos de Björk, en parte apoyado por Per Åkeson, sino, muy especialmente debido a que los datos de que disponían eran en extremo limitados. Sabían de antemano que Gustaf Torstensson había prestado sus servicios de asesor financiero al hombre del castillo de Farnholm, pero ignoraban qué había hecho en realidad, en qué había consistido su trabajo exactamente; por otro lado, tampoco contaban con ningún indicio de que el imperio financiero de Harderberg se dedicase a actividades ilegales. Pero ahora tenían en su poder otros dos datos que podían guardar relación: Lars Borman y el desfalco al Landsting de la provincia de Malmö silenciado en su momento y enterrado de forma casi clandestina el año anterior, fuera del alcance del público. La conversación de aquella noche del viernes 5 de noviembre, cuando Wallander y Ann-Britt Höglund se quedaron hablando en la comisaría hasta bien entrada la madrugada, fue pura especulación. Sin embargo, también constituyó el germen de un modelo a seguir en la investigación, y Wallander tomó conciencia de que debían actuar con una buena dosis de cautela y discreción pues, de ser cierto que Harderberg estaba involucrado, y Wallander no dejó de pronunciar la expresión condicional «de ser cierto» durante toda la semana, debían recordar



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